junio 26, 2012

Una anécdota en la vida de Cortés (III parte)


Una anécdota en la vida de Cortés (final)
según la novela Guatimozín, último emperador de Méjico

por:
Gertrudis Gómez de Avellaneda





Con este post damos por finalizada la edición de diferentes novelas y leyendas escritas por Gertrudis Gómez de Avellaneda, algunas, como es el caso que nos ocupa, de carácter histórico. Sabíamos que esto podría traer como consecuencia el deleite y el disgusto, según fuera el caso, de lectores enfrentados con opiniones muy dispares sobre lo escrito por la autora a mediados del siglo XIX. Curiosamente lo que más ha llamado la atención de algunos, y nos lo han hecho llegar a través del mail ladivinatula@gmail.com -especialmente aquellos que nos leen desde México-, es el nombre que atribuye la autora al soberano azteca. Guatimozín era la voz que utilizaban los españoles en el siglo XIX y anteriores para llamar al gran Cuauhtémoc.
En cuanto al tema de la interpretación histórica, nosotros nos quedamos con las palabras que sobre la novela, como género literario, expresó en algún momento de su vida el escritor, periodista y político Vicente Blasco Ibáñez, "La novela es tan respetable científicamente como la historia... la novela es una historia que pudo ser y la historia es la novela que fue".

De todas maneras acerca de la historia real de los hechos alrededor del soberano azteca, tan excelentemente referenciados en las páginas escritas por la autora, dedicamos unas líneas, que hemos tomado de la Internet, al final del tercer y último capítulo de Una anécdota en la vida de Cortés.


redacción La Divina Tula






CUAUHTÉMOC
el último tlatoani mexica
Soberano azteca. Hijo de Ahuitzotl y primo de Moctezuma, fue el último tlatoani, rey azteca. Cuauhtémoc, nombre que significa «águila que cae», fue un encarnizado enemigo de los españoles, especialmente después de la matanza perpetrada por Pedro de Alvarado en Tenochtitlán, el 23 de mayo de 1520. La brutal acción del conquistador español provocó la reacción del pueblo azteca, que lapidó a Moctezuma II y sitió a los extranjeros, aunque éstos consiguieron huir de la capital azteca la noche del 30 de junio al 1 de julio, posteriormente llamada la Noche Triste.
Mientras Hernán Cortés y sus hombres, apoyados por los tlaxcaltecas, se preparaban para ocupar de nuevo Tenochtitlán, Cuitláhuac, hermano de Moctezuma II, asumió el trono azteca. Pero murió a los pocos meses, víctima de la epidemia de viruela que, introducida por los españoles procedentes de Cuba, causaba estragos en los aztecas.
Le sucedió su primo Cuauhtémoc, que se había distinguido por su arrojo contra los españoles. Ante la nueva ofensiva de los invasores, el tlatoani organizó la defensa de Tenochtitlán, que resistió durante tres meses el sitio, aunque, cayó finalmente en poder de los españoles, y Cuauhtémoc fue hecho prisionero el 13 de agosto del mismo año, cuando intentaba huir hacia Texcoco.
Desde entonces y hasta el momento de su muerte permaneció cautivo, siendo torturado para que revelase el lugar donde se ocultaba el tesoro real. Finalmente, ante el temor de que organizara una nueva rebelión, Cortés lo llevó consigo junto a otros nobles aztecas en una expedición al territorio de la actual Honduras. Durante la misma, un tal Mexicalcingo lo acusó de haber participado en una supuesta conspiración, y fue ahorcado junto con otros aztecas principales, incluido su hermano.
Cuauhtémoc es uno de los personajes más reconocidos por los mexicanos como héroe nacional. En todos los rincones de México su nombre se usa en toponimia y onomástica, y su imaginada efigie aparece en monumentos, que hacen alusión a su coraje en la derrota, al pedir la muerte por el puñal de Cortés, o en el tormento, al reclamar estoicismo a sus compañeros de tortura. El 28 de febrero de cada año, la bandera mexicana ondea a media asta en todo el país, recordando la muerte del prócer. A partir del siglo XIX su figura fue usada con fines nacionalistas, teniendo máximo ejemplo en la inauguración del Monumento a Cuauhtémoc obra de Miguel Noreña durante la dictadura de Porfirio Díaz.
El poeta mexicano Ramón López Velarde lo designa como el joven abuelo de México, y lo califica como el único héroe a la altura del arte.

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